2015: adiós a los veintes

2015 habrá sido el último año completo en el que fui un veinteañero (algo dentro de mí se rompió un poquito al escribir esa línea). Aunque reconozcamos que el envejecimiento es un proceso natural, necesario e incluso depurativo, no deja de ser doloroso descubrirte arruguitas y ligeros achaques en donde había pura lozanía y vigor. Este proceso doloroso se acentúa en la comunidad homosexual a la que pertenezco, donde los valores de jovialidad y el culto al cuerpo pueden ser la diferencia entre la integración y la exclusión. En efecto, debo admitir que los homosexuales podemos ejercer cuotas de discriminación bastante altas, justo como aquellas contra las que "luchamos", a esto se le agrega el hecho de que generalmente no somos conscientes de que es un proceso que puede revertirse: la belleza es de oropel. Sin embargo, sé que no se trata de una conducta exclusiva de los gays: tanto homosexuales como heterosexuales solemos ser incluso indolentes cuando nos sentimos cortejados por alguien que no cubre nuestros estándares*. Sentimos que si alguien cree que puede alcanzar nuestro corazón es porque sabe que está a nuestro nivel -que le somos asequibles-, y si el tal nivel nos degrada, resulta como contemplarse en un espejo que nos deforma y afea.
Al final, por suerte, la compleja realidad se impone sobre los cánones y vemos pasear por los parques parejas formadas por cualquier par de elementos: encontramos tanto relaciones entre personas tan disímiles que parecen imposibles; o bien, entre aquellas que son tan parecidas que no se sabe qué cosa podrían aportarse el uno al otro (y nos hacen pensar en un tipo de narcisismo).
Así, he comprendido que, si bien la vista puede ser el primer detonante para un acercamiento entre personas, y que si bien no tenderemos nuestra cabellera a cualquiera que quiera trepar a nuestro balcón, es necesario construir un mundo auténtico alrededor de una pareja para que pueda crecer una relación verdadera y humana entre sus integrantes. De otro modo sólo se tiende entre ellos una ancla endeble, que terminará por vencerse hacia uno de los lados y se llevará un trozo de la otra persona (que con suerte, no será el corazón).


*Entiéndase que hablo de tipos, no de individuos. Tengo amigos maravillosos que pueden leer el interior de las personas y les significa mucho más.

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