Probablemente por la cabellera anaranjada o por esa mirada de eterno descubrimiento, pero verte tantos años después (2089), afianzándote al último aliento para hacerlo durar, me hizo reconocer cómo voy perdiendo los instantes cada minuto. A pesar de todas las fotografías que podamos sacar, y de todo el esfuerzo que podamos hacer para hacer perdurar la caricia de los dedos en la espalda, lo irrefutable es que sólo nos quedarán las reminiscencias de la llamarada: la memoria es un barrunto de cenizas.
De la medalla nobelera de James Watson (y 2)
Hace 14 horas

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