¡Lo juro!

Un viernes en la noche es casi imperdonable que yo esté frente al monitor de la computadora dejando que el mundo transcurra a las afueras. Bien, en efecto estoy aquí enclaustrado, pero es más bien una decisión personal (o eso quiero decirme para no sentir el peso de la desolación).
En fin. No estoy triste. Sólo que acabo de leer una novela apasionante y de inmediato sentí esas cosquillas en los dedos que me hacen querer comunicarme con el mundo. Fue casi la calca de una intuición personal: la circunstancia del condenado a muerte, en El extranjero de Camus, que revisa su vida y trata de encontrar un argumento válido para tener una hora de consuelo; pero no mucho después puede realmente amortiguar lo terrible de pensar en la muerte de cualquiera, aun la propia.
Y me ha sucedido muchas veces, imaginarme lo que haría si fuera yo el condenado. Y he llegado a sentir esa ansiedad habitándome de verdad. Pienso: si lo he sufrido por adelantado, ¿entonces para mí, llegado el caso, será comparar mi imaginación con la realidad?
Dejo estas notas, por si las dudas:
Soy un hombre bueno, que no solamente se conmovería por la muerte de una madre, sino hasta la de una pobre anciana en Argel cuyo destino y personalidad desconocí en absoluto; es más, soy capaz de conmoverme por empujar a un bicho de encima de mi cama (a veces no me atrevo a asesinarlo).
Soy un hombre que guarda lutos. Aunque también me esfuerzo por mantener una actitud positiva hasta donde es posible en estos casos: recordar las risas, sobre todo las risas.
¡Lo juro, no soy un monstruo sin sentimientos!

2 anotaciones motivantes:

beno dijo...

los monstruos no somos insensibles

Banjú -el memorioso- dijo...

yo te kiero leo ^^