Desde el otro lado

Pensaba en el hombre que probablemente me veía de lejos: sí, seguro que a alguien se le estaba ocurriendo una historia interesante al verme. A mí mismo se me antojaba el ejercicio de imaginar lo que yo estaba haciendo en aquel sitio, con el perro, en la cima de un montón de tierra dejado por una excavadora, que hacía pensar en una ola arenosa detenida en el tiempo.
De lejos sólo se verían mi gorra, mis piernas, mis calcetines y mis tenis, por estar yo en posición fetal.
Probablemente aquel hombre que me imaginaba pensaba en contricción o angustia, en un muchachito de no más de dieciséis que había sufrido recién lo amargo de alguna separación, o acaso recién había descubierto la raíz naturaleza humana y en su mente se incubaba el germen de una filosofía superior y reveladora, o al menos útil en algún sentido.
El perro podía traer consigo la imagen de tantas escenas de hombres desolados que recurren al compañero pragmáticamente más adecuado para esos momentos de desazón. Entonces pensaría en la conjunción de la identidad canina con la humana para provocar cierto efecto romántico en los seres humanos: el perro estaba ahí sólo como símbolo de la compañía, porque en realidad no podía accesar al nivel de comprensión necesario para entender ese acto, y sólo podía mirar la tristeza del hombre desde la no-intelección. Por lo tanto, eso lo ligaría con un ideal romántico, el de la absoluta soledad y vacío en el universo.
¡El hombre que pensaba en mí era un deprimido!

2 anotaciones motivantes:

beno dijo...

y la filosofía nunca es útil... malgré tout elle est joyeuse

Banjú -el memorioso- dijo...

jajaj ke feo, lo ke provoka uno cuando tiene chorro y lo agarra en lugares poco convenientes ^^;