Gotta tell Brenda

En los oídos de todos, los audífonos. Siempre ahí, como un estigma de algún suceso generalizado. Igual que el aparato ortopédico en tiempos de polio. O un cubreboca ante la epidemia.
Me dieron ganas de hablarle a alguien y preguntarle qué y por qué, pero nadie puede escuchar metido como está en su burbuja sonora. Pensé: ahora ya no pueden afectarnos las risas ni las preocupaciones de nadie. ¡Si ya nos mirábamos con indiferencia! Pero antes era sólo una abstracción: no me reiré de lo ajeno, ni me meteré donde no soy llamado. Sin embargo, de todos modos escuchábamos, fingiendo impasibilidad. Y siempre quedaba en la mente un rescoldo de la experiencia con el otro, una sumatoria conciencia social: el rumor del mundo. Ahora preferimos perdérnoslo.

¿Me compré los míos para no sentirme abandonado?



No, era rebaja.

4 anotaciones motivantes:

Esto que estás leyendo ya no soy yo. dijo...

oh, ahora no sé si quiero unos...a mí me gusta sentir que no voy sólo caminando...

beno dijo...

a mí no me gustan los audífonos más que en mi casa... y me caga la gente que cuando platica tiene un audífono en una oreja y otra dizque para escucharte!!! me emputa, por eso no me gusta llevarlos a la calle, prefiero saber que tienen toda mi atención, aunque esté pensando en nenas encueradas cuando empiezan a decir pendejadas!

Sybila dijo...

Mmm...me gusta abstraerme, pero enmedio del rumor de las ciudades.

P.S. Eso, sin audífonos...aunque no me vendría mal un Ipod.


Saludous Leou!

Banjú -el memorioso- dijo...

Quiero un i pod!!. Sí, que mejor, así la gente es menos chismosa y todos viveremos separados. Aunque igual y uno se pierde de muhcas pendejadas que pasan en la calle, pero viajar siempre es más chido con música. Y la abstracción corresponde también a otra epidemia, la epidemia de gente en las ciudades, ya nadie quiere saber nada de nadie, a menos que sea intelectual o sexualmente atractivo para ellos