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Para Ed, de quien disfruto mucho su Blog de película.

Si termino este post antes de que me hablen para comer, conoceré a Gaspard Ulliel alguna vez.

Acostumbraba hacerlo todo el tiempo: si tal cosa...
Pero perdí el hábito paulatinamente, mientras crecía; de niño aquello constituía una de esas manías incontrolables, semejante a la del "elemento rojo" de Oliveira en Rayuela: y como había crecido en un ambiente en donde todavía predominaban la leyenda y el mito, la rareza no parecía tan evidente. Hasta ahora me lo tomaba como un ritual delicioso, pero secreto. Por eso no dejó de soprenderme terriblemente en Jeunet: tantas veces quise explicarlo, pero no me atrevía porque lo consideraba un elemento de mi intimidad. Al descubrirlo, fue tan extraño.
Hoy, en el transporte público, mirando por la venta, contemplé una parcela sembrada de alfalfa que se movía con el viento, y me puse a pensar en una multitud avanzando, coordinada, musical e implacable. Esto de paso me recordó que (ahora que viajo muy constantemente) se me ha hecho costumbre mirar el comportamiento 'colectivo' de la vegetación (no, no me he vuelto loco) y se me han ocurrido tantas metáforas y he sentido tantas ganas de llevar una cámara digital a mi lado. ¡Una lástima!
La otra vez con estas florecillas rosas que crecen a la orilla del camino y que de pronto quedan escondidas detrás de pastos, arbustos o sembradíos de maíz y con el movimiento se vuelven luces intermitentes que a veces sugieren algún patrón especial.

Manech aime Mathilde!