Entre cavernícolas

Después de que se volvieron para contemplarse, consternados por lo sucedido, los cavernícolas agrupados guardaron silencio total. A sus pies se había creado un agujero grande y humeante que albergaba algo demasiado vivo, caído del cielo: una bola rojiza que aún despedía mucho calor y un olor desagradable. No pudieron ofrecerse explicación, y es que por algún motivo aquel evento reclamaba ser entendido. Algo tan rotundo pero inmóvil, algo tan ardiente y agresivo que no se preocupaba por defenderse. Era como si hubiera perdido algo, pero no por completo, como si reclamara ayuda y distancia al mismo tiempo. No soportaron la sensación de incompetencia y a todos se les ocurrió la misma cosa: a un tiempo, cada uno tomó un puño de tierra y lo arrojó. Y luego muchos otros más. Hasta que el objeto estuvo completamente cubierto respiraron satisfechos.
Algunas semanas después, pasada una gran tormenta con rayos, encontraron a uno de sus compañeros inmóvil, tendido en el suelo, con una expresión en el rostro que no acababa de ser un grito. Las reminiscencias de una experiencia incómoda ya casi olvidada los hicieron actuar por instinto.
Dos cosas se arreglaron en ese momento: el método para esquivar la desazón de la muerte y la asociación de ésta con un evento celestial.

3 anotaciones motivantes:

Esponjita dijo...

¿cuento antropológico?

bonito, simpaticón, nomás que se deja oír -enterrado bajo palabras- una pequeña burla contra no sé qué.

la esponja celestial

beno dijo...

y si yo aún siento desazón con la muerte porque no la asocio con un evento celestial significa que mi ascendencia no pasó por la etapa cavernícola y yo soy la prueba fehaciente de la negación de la evolución y por lo tanto el vínculo celestial y volvemos a empezar?

Mme. Carroll dijo...

Yo soy un estornudo de Dios, mientras que toooodos son (o fueron) hechos con barro, supongo que esa muerte no aplica a mí porque soy más celestial que ese wey, provengo de lo más profundo de sus pulmones... soy un exceso. Súper barroquismo en mi sangre, la negación de lo mortal, soy la eternidad.