Infinito

¡Este hombre no está consciente de su existencia!, gritaron desde un lado de la sala.
Y aquel hombre, señalado por la multitud, sintió hervir una idea que yacía latente en su interior, como una simple intuición.
Pero ahora, esta experiencia democrática, la de tener tantas personas a su alrededor comprobando su no-conscicencia con ese señalamiento terrible de la mirada, y el gesto de las manos, hacía explícita su predicción: en efecto, él no existía.
Para existir tenía que ser consciente de sí mismo, porque sólo él podía comunicar a su propia conciencia que de verdad respiraba, amaba, comía, tenía erecciones y sueños. La sola sensación no bastaba si no podía guardarse un registro memorioso, un registro sensible en su interior. ¡Terrible!
No le quedó más remedio que reducirse a una partícula, que comenzó a errar en el infinito.

2 anotaciones motivantes:

Banjú -el memorioso- dijo...

Por eso el mundo es tan solitario y vacío. Porque la mayoría son una bola de inconcientes

Esto que estás leyendo ya no soy yo. dijo...

oh, que lindura...creo que ya me puse melancólica