Los mil modos

Ahora la soledad no me sienta muy bien. Fuimos buenos compañeros durante tres años. Llegamos a conocernos y a valorarnos, supimos que podíamos convivir durante la mitad del día sin sobresaltos: ella en su monótona sordidez, yo con mi barroca personalidad; ella parsimoniosa y suave, yo intranquilo y agitado: desde luego que era por contrarios. Ahora la soledad es una mezcla de ruidos que vienen de todas las habitaciones de la casa de mis padres: y yo en la sala, físicamente solo, pero acompañado por la sinfonía hogareña, a veces armónica y disfrutable, a veces estridente y desordenada. Y ya saben ustedes, lo incómodas que son las medias tintas.
Además, me he despegado de mis amigos. Cuando llegue a la escuela no sé si podré reconciliar nuestros intereses, nuestros humores y costumbres, y restaurar nuestras rutinas.
Y de pronto, una tercera soledad que me parecía más eludible hace dos años, pero ahora definitivamente molesta como un doler las articulaciones o faltarle el aire a uno al correr: extrañamente voy sintiéndome gastado, envejecido de algún modo, y solo: me vuelvo viejo sin compañía.
Me incomodan los arreglos que parecen empecinarse en bifurar caminos cuando parece haber encuentros apropiados. ¿A causa de un dejarse llevar todo el tiempo? Pero también dicen que uno no debe forzar las cosas, y pienso entonces en un punto de equilibrio que no puedo mediar. ¿Quién me ayuda a adiestrar mi ojímetro?
Cuando uno lanza la botella al mar, ¿cuánto tarda en llegar a la orilla más próxima?

1 anotaciones motivantes:

Esto que estás leyendo ya no soy yo. dijo...

pase lo que pase siempre voy a estar contigo!