Una desconocida

para M. P. D.

En realidad, una desconocida bien conocida... entras al mensajero en una PC pública y te das cuenta de que el usuario anterior no cerró correctamente su sesión, entonces -desconociendo las reglas morales aplicables para el asunto- le agregas un contacto, o dos, porque sientes algo de ternurita de ver cómo la pobre tiene sólo un "amigo" dentro de su contact's list.
Más tarde te imaginas su vida, su triste vida de soledad (sólo un amigo), su oscura resignación (sólo u n o) -en un rincón apartado, a donde los rayos del sol no quieren llegar, ella ve pasar la vida de las otras personas, que de verdad con-viven, co-existen, y sus ojitos se abren y llenan, desean, desean... Y piensas que cuando le hables, después de que ella te haya aceptado -temblorosa su mano, pues esa sensación de compañía, de otredad, es tan nueva- su mundito se llenará de florecitas multicolores -porque efectivamente así se te ocurre, cursi, sincero, como sólo sucede en el pensamiento sin intermediarios.
¿Y si la invitaras a salir?... demasiado para alguien como ella, que del asunto sabe tan poco, acaso nada. La distancia será lo más prudente hasta el momento. Un movimiento tan brusco podría ultrajar su nueva conciencia, apenas desflorada.
Y te sientas a esperar el momento, delante del monitor, en que te descubra y se atreva... Y sientes entonces que de cierto modo la recreas, a ella, allí, devorada por la impaciencia, que aguarda por el instante sagrado de ver ascender la ventanita que iniciará una conversación con su único amigo. Pero le has mejorado la vida. Y te sientes tan contento.